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lunes, 26 de julio de 2010


Jorge Eduardo Eielson: variaciones temáticas en torno a la muerte


Blas Puente Baldoceda, PhD.
Northern Kentucky Universit

Jorge Eduardo Eielson (1921) marca un incuestionable hito en el proceso de la poesía peruana. A partir de su obra, la critica peruana estableció la falsa dicotomía entre “poesía pura” y “poesía social”, debido al deslumbramiento que produjo la exquisitez formal y el sofisticado artificio de su poesía, y su envidiable capacidad para experimentar innovadora e incesantemente el lenguaje poético. Gracias al profundo conocimiento sobre el valor esencial de la palabra, Eielson logra combinaciones de sonidos e imágenes de inigualable calidad estética. Sin embargo, la poesía de Eielson trasciende dicho esteticisno formal. Silva Santisteban, poeta y crítico peruano, apunta con gran acierto:

“Así, la poesía de Jorge Eduardo Eielson parece provenir del sueño, de la alucinación, de la visión profunda del cosmos. Penetra, con un brote fantástico, en lo más hondo del ser humano, para concretarse en una suerte de manifestación densa y arquetípica”

Y, justamente, de esta compenetración con el destino del ser humano, nace su obstinación de develar el enigma de la existencia humana: la muerte. De ahí que este tema recurre insistentemente en la poesía eielsoniana. Por esta razón, nos propusimos revisar con sumo detalle los pasajes que aluden a este tema en los poemarios que corresponden a la primera etapa de su poesía: Moradas y visiones del amor entero (Lima, 1942), Canción y muerte de Rolando (Lima, 1943) Reinos (Lima, 1944), Antígona (Lima, 1945); así como también los primeros poemarios de la segunda etapa: Ajax en el infierno (1945) y En la Mancha(1946) . El análisis y la interpretación de dichos pasajes, y el correspondiente cotejo de los mismos, nos convenció que el tema de la muerte es un vehículo que usa el poeta para expresar otras inquietudes igualmente trascendentales. De hecho, estas inquietudes están vinculadas de alguna u otra manera a la muerte. Ahora bien, en las variaciones temáticas en torno a la muerte se perfila una evolución que marcha paralelamente a una incesante experimentación con lenguaje. Por otro lado, aunque en algunos poemarios de la segunda etapa de la poesía de Eielson, El circo (1946) y Primera muerte de María, el tema de la muerte todavía gravita, en ellos se repite los mismos lineamientos planteados en el poemario En la Mancha. En los otros poemas de esta etapa y en los otros de la subsiguiente etapa, el tema de la muerte se diluye entre otras obsesiones del poeta, y por esta razón la excluimos por no ser pertinentes a nuestro propósito.Ya en el primer poemario, Moradas y visiones del amor entero (1942), la cita bíblica: “Quedó la muerte aniquilada y convertida en victoria’ en la primera página, nos anuncia la proclividad de Eielson hacia el tratamiento de la muerte como tema poético. La muerte es concebida como una experiencia mística y una vía de acceso a la esfera divina para los seres humanos, cuya esperanza es mermada por el amargo y tumultuoso existir:

Ved esta sombra esperanzada
Estos brazos levantados
Y el afanoso vivir que los sepulta:
¡Oh amargura de vivir!
Mas quien pudiera una noche
Robarte la muerte divina
Hablarte cuando todos callan
Rodearte ¡oh muerte maravillosa!

En Canción y muerte de Rolando (1943), se reitera esa visión mística de la muerte:

“Tu cabeza recibía toda la gloria de Dios en una viva,
relumbrante corola de muerte...”

Ahora bien, lo místico no sólo se erige como un atenuante al dolor de la muerte, sino que contribuye a embellecerla:

“Tu agreste santidad, Turpin, cuyas manos riegan alabanzas:
herido está y al borde de su túnica la muerte se embellece”.



Sin embargo, en este poemario de Eielson se advierten otras vertientes de la temática de la muerte. La inconsolable desolación y el agudo patetismo que causa la muerte se reflejan en la siguiente imagen:

“Entonces cual la noche, Ganelón sobre su negra espada lloró

con tanta penuria de saberse rey de tanta muerte”

El color negro de la espada acentúa el escenario tenebroso, donde el poder terrenal del rey es impotente ante tanta desolación que causa la muerte después de una batalla. Esta concepción mística de la muerte es presentada en un paisaje gótico con una atmósfera ruinosa y enigmática:

Luego, desde el crepúsculo nacía una larga flor, una avenida
embrujada, sembrada de ruinosos capiteles, de ánge1es de
tumbas rezumando mediodía.

Por otro lado, la muerte para el yo poético interrumpe el, curso armonioso y apacible de la naturaleza:

Todo lo que queda cuando el ciervo herrumbrado por la luz
y se detiene la floresta, el río, el casco sobre un monte"

Asimismo, la naturaleza se animiza y se conduele de la muerte humana, y tiende a purificarla:

“Te sigue el río, a tu espalda tiende sus correntosos brazos,
arroja piedras por lamentos, su ternura acoge la sombra de tu
nuca y, obligado a perderte, la refleja en su interior y la transforma en espuma, en purísimo residuo”


En este segundo poemario de Eielson, la visión mística de la muerte se inscribe en un escenario desolado, gótico y en ruinas. Por otro lado, la naturaleza, violentada por el patetismo de la muerte, se animiza y se erige como fuente de consuelo y purificación.

En el poemario Reinos (1944) existe un poema titulado La tumba de Ravel, donde se explora la alucinación fantasmagórica como modode aprehensión de la muerte:

“Nadie sabe quién es el caballo que a diario
Solloza en tu lápida oscura o entreabre
Los dedos marmóreos del nicho en la sombra”

En Poesía de la casa entre los pinos, del mismo poemario, la muerte puede constituir una senda que conduzca a la belleza. Asimismo, a través de la muerte se puede acceder a una redención ulterior:

“Muerto entre pinos, veré nacer el sol debajo de ella”

“y a morir en ellos, sin sombrero y dorado como el día”

La esperanza del amor más allá de la muerte brota del poema titulado Reino primero. El joven protagonista del poema halla los dulces frutos del amor ocultos en la aciaga fronda de la muerte:

“Manzanas de amor en la yedra de la muerte
Ve el joven, solemnes. y áureos cubiertos
en la fronda maldita, que un ciervo de vidrio
estremece”

Y la amada muerta, que se encuentra en un trance de pureza, se transfigura en un rayo que alcanza arrullar al joven:

“La joven, que nada es ya en el polvo sombrío
Sino un cielo puro y lejano, recuerda su tumba,
Llueve e irrumpe en los brazos del joven
En un rayo muy suave de santa o paloma”

En suma, la muerte se convierte en una via de acceso no sólo al misticismo sino también a estados de amor y pureza.
En otro poema, Piano de otro mundo dedicado a la memoria del hermano muerto, además de un estado de pureza, la muerte es descrita como un estado de eterna soledad:

Joven soledoso, permanente y puro?”

Asi como la muerte es capaz de traspasar los límites de la muerte la sabiduría también posee mayor trascendencia y puede sobrevivir a ella:

“Me permitiréis, Señor, morir entre estos libros,
decuyo seno,
Cubiertos de aroma, mana el negro aceite de la
sabiduría”

Ahora bien, en el poemario Reinos existen indicios de una concepción dialéctica de la muerte. Es decir, se concibe la muerte y la vida como los lados de una misma moneda. Por ejemplo, en el poema Nocturno terrenal  la presencia de las palabras: vino, rocio, y amor, juntas, podrían connotar vida. Sin embargo, dentro de la cadena sintagmática donde aparecen estas tres palabras, se inserta la adverbalización del sustantivo muerte, o sea, mortalmente, y se crea así una suerte de síntesis o fusión entre vida y muerte de esta aparente contradicción:

“He visto los rojos campos labrados por el cielo
azul,
La antigua naturaleza desflecada y húmeda
De vino, de rocío, mortalmente hecha con racimos
De amor, tal un lecho donde ardiera lo deseado.

En el poema Genitales bajo vino se advierte la misma concepción dialéctica:

“Mis dedos alhajados
Buscan el Arbol de la Noche, clavan
Sus uñas de imprenta en los racimos
De la Vida y de la Muerte”.
Mírame tierra, así escribiendo, así
Desnudo, Adán poeta, quieto y triste
En esqueleto, sierpe y uva convertido”

Del árbol de la noche penden los racimos de la vida y la muerte, así como también el esqueleto junto con la sierpe y la uva conviven en la existencia humana.

Los sueños, considerado como un territorio íntimo y privado, es invadido por la muerte. En el ya mencionado poema Nocturno terrenal leemos:

“Con nuestro último sueño, que tienen todavía,
como un templo
Majestuoso, el gran consuelo de su polvo donde
nada
Ni nadie ha osado penetrar sino los muertos”

En Esposa sepultada, el yo poético se siente tan abrumado por la memoria de la esposa muerta a tal punto que llegar a sustituir el recuerdo de su persona por la remembranza intensa de su muerte:

“Encerrado en tu sombra, en tu santa sombra
O si sólo tu sombra, tu velo de novia en el
aire
-Poblado de perlas, naves y calaveras- .
El que inunda mi alcoba, igual que un oceano

En Principe del olvido, un poema de lacerante desgarramiento, la memoria de la amada muerta es tan vívida y avasallante que el yo poético compara el silencio mortal de ella con un ruido de tambores, con las llamas de un fuego o las lavas de un volcán:

“Sobre mi cabeza avanza su respiración,
Sus labios sordos, como un ruido de tambores.
(Aquí, en la sombra, crter de terciopelo,
Solamente amueblado está el volcán, lo que es
suyo
Sofás donde su cuerpo grita roncamente
degollado)”.

En resumen, podríamos asumir que en el poemario Reinos, el yo poético, mediante la alucinación y el sueño y la memoria, propone que la muerte puede ser trascendida hacia estados de pureza, amor y sabiduria. Ahora bien, ese éxtasis de pureza es concomitante con un estado de eterna soledad. Además, la existencia humana siempre estará a horcajadas entre la muerte y la vida.

En la prosa poética Antígona (1945) el léxico se adensa con vocablos cuyos referentes aluden directamente a la muerte: esqueletos, panteones, mausoleo, luto, tumba, muertos, fosas, cementerio, hueso, funebre, sepultado, criptas, entierros, etc. Después de una cruenta guerra, el yo poético invoca el nombre de Antígona para que auxilie a los moribundos, pero en el mismo texto también invoca a una enfermera para que cumpla igual función en un escenario alejado temporalmente del primero: la segunda guerra mundial. Mediante la transposición temporal del mito griego, el yo poético hace coexistir lo antiguo con lo moderno para construir una alegoría de la muerte. En Antigona se advierten las mismas variantes temáticas en torno a la muerte que hemos registrado anteriormente. Por ejemplo, la armonía de la naturaleza se resquebraja por la muerte:

“!Oh nubes, primavera martir de la guerra, grifos y pinos
inclinados, vedla: sola y derramada yace una botella de vino
en una tumba!”.

Asimismo,1a naturaleza se personifica y se apiada de los moribundos:

Aquí donde las sombras, los ojos áureos del otoño, los
árboles y el viento piensan en sus muertos misteriosos
y los buscan, con un fósforo en la mano”.

Otra variante temática que se repite en este poemario, es la concepción mística de la muerte:

“Santo, santo es el amor, y la leche que levanta el guerrero en su tumba”.

Sin embargo, en Antigona se manifiestan otras modulaciones temáticas en torno a la muerte. El amor piadoso y la solidaridad de Antígona son fuerzas que se oponen a la muerte:

“Su sombra enfermera besa a los heridos, lava sus pantorrillas
dulces en el río, y como una madre alerta entre los heliotropos
recoge al ú1timo caído de la tarde bajo el tilo ansioso”.

Una fase original y sorprendente es adoptada,por el yo poético en Antígona: la muerte no es el estadio final de la existencia humana. Los muertos todavía sobreviven y penan en el mundo. Esta presencia fantasmal de la muerte se refleja en los siguientes pasajes:

“Tumores de fuego -sus hombros— derrámanse a las fosas,
furgones donde los muertos fríos pían, sobre ruinas de
mortuorio trigo.
….
Balnearios de hueso bañados por el sol como una naranjada,
y toallas, cigarrillos, esqueletos de tertulia jugando
vanamente en su cuarto de inviern..
Y donde la hortaliza loca y la frutal ofrenda yacen, junto
a su tumba labrada, de ónix y cera, nada sino un hediondo
saxofón ha de quedar, soplando eternamente hasta sacarlo de
su tumba, desolado”

Entre los escombros dejados por las atrocidades bélicas, la desolación, la tristeza y el lamento lúgubre se yerguen con intenso patetismo:

XVII

“Sequía del alba, monumento y sol, donde sedientos ciervos
como latas vacías bostezan bajo el cielo, y olivos desmayados
y dolientes capiteles contemplan el lagarto antiguo,
al melancólico cuarzo que irrumpe en las estrellas durante
siglos, hasta ocultarlas”.

Estas variacione temáticas en torno a la muerte se vierten en un lenguaje poético que ha evolucionado incuestionablemente desde los primeros poemas hasta Antígona.  En Moradas y visiones del amor entero,existe un parentesco con el misticismo de Rilke y Rimbaud; lo cual explica el tono oracional y de entrega espiritual que caracteriza a estos poemas.
En la prosa poética de Canción y muerte de Rolando se observa un manejo diestro del ritmo en base a la sonoridad eufónica de las palabras. Asimismo, se perfila ya un sugerente plasticismo y un hálito de hondo lirismo.
En Reinos, el léxico se enriquece y la expresión se torna más fluida para expresar la exuberancia de la imaginación y tendencia marcada a la sensorialidad. El uso acertado deldel exímoron y los símiLes crean siempre un efecto sorpresivo. Asimismo,se acrecienta la visualización de las imágenes y se explora la materia fónica de las palabras para generar matices sinestésicos. En el lenguaje poético de este poemario prevalece una atmósfera de fantasía, maravilla y magia.
Finalmente, en Antígona, el poder de la metáfora y la riqueza verbal, la adjetivación deslumbrante y la musicalidad, el retorcimiento sintáctico, aparecen con mayor armonía y perfección, y el lenguaje poético de Eielson alcanza su verdadera plenitud. Con la aparición de la prosa poética Ajax en el infierno (1945) se inicia una nueva etapa en la creación poética de Eielson. Es una poesía exterior y descriptiva que todavía no se desprende totalmente de la resonancia interior y el lenguaje recargado de la poesía anterior. Sin embargo, en esta etapa de tanteo e innovación, Eielson continúa obsesionado con el tema de la muerte.
En Ajax en el infierno, la prosa poética Eielson retorna nuevamente el mito griego y lo ubica en un contexto actual para comunicarnos su convicción de que la muerte es implacable y el ser humano es impotente para detener su curso eterno y fatal:

“La sangre a su alrededor seguía manando.
La sangre llegaría al cielo.
-¡Detened esta sangre de borregos -gritó-,
detened esta sangre cobarde!
Ella no respondió
Escuchaba el rumor agorero.
La sangre no se agotaría nunca.
Por toda la eternidad seguiría manando del
cuerpo de las bestias.
Subiría más allá del cielo, de la noche, de los
astros, hasta mojar los pies empestuosos de Zeus
en el olimpo”

La muerte, alegorizada por el el genocidio de animales, despierta la piedad y el amor de la naturaleza:

“Espectros decapitados de cerdos, de terneras y
carneros rodeábanlo sin piedad, volvían a él sus
cuellos sanguinolentos, como un bosque talado.
La niebla tibia, redonda, rebotaba sobre los
cuerpos jadeantes, surgía en ellos en un vaho
dorado y sangriento, caía en gotas de amor sobre
sus lomos desnudos”.

Pasmado ante tanto infortunio, el heroe busca desesperadamente una respuesta:

Aquella civilización
¿Qué había ocurrido entonces? ¿A qué se debía
esta oscuridad, este abismo inexplicable?

La única alternativa que le queda al héroe es la queja desgarrada, ya que nada puede hacer ante el misterio de la muerte:

“Ayax dio un grito en la obscuridad
La sangre de las bestias lo ahogaba ahora. La
sangre llegaría al cielo”

En el poemario En la mancha (1946) se produce un cambio radical de la actitud del yo poético con respecto a la muerte. Si bien es cierto que el yo poético había tratado a la muerte con gran veneración y trágica solemnidad en la poesía anterior. En la mancha, al contrario, se advierte una actitud irreverente y una intención paródica y hasta sarcástica. En el poema Sueño de Sancho, se reitera la variante temática que consiste en la perdurabilidad de la muerte en el mundo de los vivos:

“Arboles rosas cubren el panteón de al lado, en
donde pían los difuntos provistos de un dorado
pico”

Los muertos, comparados con unos polluelos, continúan quejándose con encendida vivacidad. Sin forzar demasiado la interpretación podríamos asumir que la imagen de los pol1uelos con el pico dorado sugiere el nacimiento de una suerte de existencia en el territorio de la muerte Aunque esto parezca un tanto paradójico, recordemos que Eielson concibe dialéctico la dicotomía vida/muerte.
El estereotipo materialista y hedónio de Sancho, habituado al buen dormir, comer y beber, es contrastado con una imagen sutilmente burlona de la muerte:

“Sancho allí dormido, entre la noche y el día, exhala un
largo, violento y rojo ronquido, con un tufo de sopa y
vinosa memoria.
A su estruendo salen los muertos aturdidos, como tras
el diluvio lunas y planetas, y ante el terremoto cráneos y
sarcófagos al polvo”

La visión mística de la muerte que era un rasgo dominante en la poesía anterior cede paso a una actitud desacralizadora, blasfemante y paródica:

“o como a silbato del Juicio Final en la cancha de fítbol.
Juegan los muertos ante él con arcaica pelota”

La vida jovial, golosa y muelle de Sancho es totalmente indiferente al triste y resignado retorno de los muertos al cementerio a la hora del crepúsculo:

“Tras el otero ve Sancho perderse el sol, mientras los
muertos se tornan violeta, se entristecen y dejan de jugar.
Rayados por la tarde amarilla, verde y azul, aléjanse a sus
nichos, macilentos, cargados de calzones y champas en polvo.
Sancho aburrido, bosteza, vuélvese en el césped nocturno y brillante: bah!”.

La selección de la figura de Sancho para contrastarla con la muerte obedece no sólo al intento de desmistificarla sino también a una nueva concepción de corte materialista. Pareciera que el yo poético, aburrido de tanta angustia metafísica, acepta la presencia de la muerte como un hecho cotidiano y natural: se come, se bebe, se duerme jovial y placenteramente, y así también se muere.
En la misma tónica, en el poema se parodia en tono burlón y jocoso el riguroso ritual fúnebre que precede al entierro de Rocinante. Don Quijote y Sancho, acongojados, lloran a torrentes durante el cortejo fúnebre que es descrita con imágenes pedestres y un lenguaje plagado de diminutivos y giros coloquiales. El propósito es, obviamente, menoscabar la solemne trascendencia de la muerte.

“No bien cerróse el bosquezuelo cárdeno y umbroso cual
molleja de pescado, partió la caravana fúnebre, cargada
de rosarios, varias joyas y altos cirios vespertinos, dos
al anca y dos de guardia a las orejas malolientes”.

La vetusta catedral de estilo gótico donde se enterrará a Rocinante es pincelada con lujo de detalles e, incluso, se menciona con cierta gracia el hecho de que los muertos sobreviven. Asimismo, el lugar sacro es profanado por el acto vulgar de micción cometido por Don Quijote:

“Altares cóncavos, llamas azules petrificads contra el
cielo azul, arañas áureas, tintineantes, mecíanse en su
seno, y soplos y silbidos hacían los difuntos en sus nidos,
yacentes entre encajes céreos, amarillos y raídos. Lanzas
de hielo surgían de entre naves encendidas, en donde el
Caballero, envuelto en misteriso terciopelo, arrodillábase
y, rezando, se orinaba”

El poema culmina con una escena absurda. La inesperada aparición de un mosquito, atraido por las rosas del altar, provoca la ira del Quijote quien, luego de causar destrozos en la iglesia, lo captura:

“Don Quijote felicísimo e ileso en una esquina, sonriente,
sostenía entre los dedos de esqueleto un mosquito pálido,
aterrado y moribundo”

La escena anterior pareciera sugerir la naturaleza gratuita e imprevisible de la muerte ligada a circunstancias fortuitas y absurdas.
En resumen, en el poemario En la Mancha produce un giro radical en la visión que ostentaba el poeta sobre la muerte. Ahora se empeña en desmitificar el misterio insondable de la muerte, y también desacraliza la aureola mística que la adorna. Para dicho propósito, el yo poético se sirve de la parodia, el sarcasmo y la banalización. En contraste con una concepción vital, mundana y hedonista. de la vida, y considerando el absurdo que a veces la desencadena, la visión solemne, reverente y trágica de la muerte pierde consistencia, y empieza a ser vista con un hecho cotidiano y natural.
Ahora bien, en cuanto a la forma expresiva, en la segunda etapa también se produce un cambio de orientación hacia una poesía mayormente objetiva, con énfasis descriptivo. Esto tra]o aparejada la tentativa de buscar un nuevo lenguaje poético que, según la crítica, no se realiza hasta la aparición del poemario Bacanal (1946).
Sin embargo, pese a que todavia repercute la resonancia interior y la suntuosidad de lenguaje de la primera etapa, en Ajax en el infierno, pudimos observar que la sintaxis se regulariza y la expresión se torna más fluida debido a la dinámica de la trama que se narra. Además, las metáforas y los símiles son más transparentes y el léxico menos artificioso. De otro lado, la armonía rítmica no depende tanto de los sonidos de las palabras, sino de la estructura melódica de la frase.
En la Mancha, al contrario, aunque el retorcimiento sintáctico no es tan alambicado, se nota sí un recargamiento léxico, debido al propósito de explorar las posibilidades cromáticas y sonoras de las palabras para crear las acostumbradas sinestesias. Sin embargo, existen un rasgo nuevo: la inclusión de giros y vocablos más coloquiales.
En suma, el tema de la muerte es abordado por poeta Eielson a través del sueño y la alucinación, la remembranza y la fantasía. Estos estados de conciencia que se sustraen a la lógica le permite una simbolización de la región profunda, incierta e inaccesible del subconsciente. Y la muerte se constituye en una via de tenue contacto con el misticismo, el amor, la belleza, la sabiduria, la pureza, pese a ser descrito como un estado de eterna soledad. Asimismo, el poeta adopta una postura dialéctica con respecto a la dicotomía vida/muerte. Ambos estados coexisten en el ser humano, y quizás se basa en esta concepción para insinuarnos la presencia fantasmal y póstuma de los muertos. Frente a la fuerza aciaga, desvastadora y eterna de la muerte, el ser humano, impotente, se resigna a su finitud. Sin embargo, el amor y la solidaridad, prodigados por la mujer y la naturaleza, se erigen como fuentes de consuelo y purificación La actitud de profunda veneración y trágica solemnidad evoluciona hacia una postura irreverente que, mediante la parodia, el sarcasmo y la banalización, desrnitifica y descraliza a la muerte, y lo convierte en un hecho tan cotidiano y natural como la vida misma. Esta evolución en la temática de la muerte está aparejada a una asombrosa capacidad de transformar, experimentar e innovar incesantemente el lenguaje poético.











martes, 20 de julio de 2010



Mistis, Runas, y Mistura en la narración de los Andes




Blas Puente Baldoceda.Ph.D
Northern Kentucky Universiy



En una nota preliminar a Yawar Fiesta, “La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú” Arguedas afirma categóricamente que Agua y Yawar Fiesta no constituyen ningún tipo de literatura indigenista o india sino que son obras en las cuales el Perú Andino, inquietante y confuso, aparece en todos sus elementos, siendo el indio tan sólo uno entre los terratenientes, los mestizos, y los migrantes suburbanos.

Cómo describir esas aldeas, pueblos y campos... ¿En castellano?, se pregunta Arguedas, ¿Después de haberlo aprendido, amado y vivido a través del dulce y palpitante quechua?

Gracias a la lectura de Tungsteno y Don Segundo Sombra, Arguedas halló el modo que le permitiría superar ese castellano de la tradición culta que dejaba intocado el referente andino. No se trataba de indianizar el castellano, sino de modificarlo, “quitar y poner, hasta convertirlo en un instrumento propio”, ya que el sistema ilimitado de esta lengua evolucionada permitía dicha posibilidad. En un contexto complejo de biligüísmo, en el cual supervive dominante el quechua, el artista experimenta la imperiosa necesidad de crear una expresión literaria sui generis. Esa búsqueda del estilo apropiado fue para Arguedas, larga y angustiosa, pero un día empezó a escribir de manera fluida y luminosa, así “como se desliza el agua por cauces milenarios” porque al fin descubrió “los sutiles desordenamientos que hicieron del castellano el modelo justo, el instrumento adecuado”. Arguedas denominó “mistura” a esa variante que consiste en la mezcla de las lenguas quechua y castellano y que depende de los diversos grados de bilingüísmo del mestizo en el Perú. Ahora bien, esta lengua artificial formada por una matriz sintáctica quechua y realizada léxicamente en español para lograr una representación verbal más auténtica del mundo andino, todavía adolece del desequilibrio de los textos regionalistas en los cuales el idiolecto de narrador y el idiolecto de los personajes divergen. Dicho de otro modo, un castellano fuertemente americanizado que fluye un tanto rígido y es norma rectora en la descripción y narración, y un castellano artificial más que dialectal en los diálogos de los personajes indios o mestizos. En obras posteriores a Agua, Yawar Fiesta, Arguedas abandona dicha lengua convencional y plasma un discurso literario cuya integración linguística concede organicidad artística al relato. Escobar (1984) dice que la sintaxis arguediana muestra en la superficie una valencia lingüística doble de dos lenguas diversas, es decir, el quechuahablante se expresa fluidamente como si lo hiciera en su lengua materna y el lector lo lee como si lo comprendiera. Este camino abierto por el patriarca de la literatura andina, ha sido recorrido por escritores de generaciones posteriores como Eleodoro Vargas Vicuña, Manuel Scorza, Hildebrando Perez Huaranca, Julio Nelson y Oscar Colchado Lucio, que han enriquecido el proceso creativo mediante la incesante creación de la organicidad artística de un nuevo discurso literario andino tal como se puede apreciar en un trabajo mío publicado por LAILA en 1994. En el presente ensayo continuamos nuestro estudio con obras de otros autores como Laura Riesco, Edgardo Rivera Martínez, la reciente obra de Colchado Lucio.

En Ximena de dos caminos de Laura Riesco, su protagonista, Ximena, además de la tradición cultural occidental se nutre de otra tradición cultural que concibe la realidad de distinta e incluso de opuesta manera. Son los relatos orales del Ama Grande, una antigua sirvienta de la familia, fluente del mito y la magia andinas, que contribuye en la configuración de la cosmovisión dual de la protagonista central de la novela Posteriormente, cuando el Ama Grande, debido a los achaques de la vejez, retorna a la hacienda de los abuelos maternos de Ximena, es reemplazada por el Ama Chica,

una muchacha de faldellín negro, una lliclla verde anudada al pecho ... .gruesos pies descalzos, ... uñas toscas y negras”(204),

que mediante un castellano influenciado por quechua, le cuenta

relatos fantásticos en los que se entreveran los tiempos de siembra y la cosecha, las festividades del Carnaval y la Navidad, la magia venenosa o curativa de ciertas plantas, de ciertas manos, de ánimas de en condena que buscan sin césar la paz o la venganza, de milagros realizados por santos de tez oscura y que llevan una vara de anillos plateados cuando aparecen erguidos sobre las montañas sagradas. Mgunas cosas ya las ha escuchado por boca del Ama Grande, pero en aquella surgen lejanas, aletean pobres, parecen querer borrarse apenas conjuradas. El Ama Chica cuenta de corazón, con ruídos, saltos, muecas horribles”


(205).

Asimismo, Pablo, el niño indio que le da refugio a Ximena, durante la brutal represion policial que termina con el campamento obrero incendiado, le cuenta sus variantes de los relatos orales andinos a cambio de los cuentos infantiles. El niño dice:



—Tú has oído del muchacho que una noche descubrió que eran unas princesas doradas las que bajaban del cielo a robar las hermosas papas de la chacra de sus padres y que atrapé a una de ellas y la encerró en su choza para que no se le escapara? Yo lo sabía un poco distinto. ¿Recuerdas que el cóndor le pidió dos llamas para alimentarse en el largo camino hacia el cielo donde buscarían a la princesa dorada que en realidad era una estrella? Pablo me contó que el muchacho, por temor a su padre, había tratado de engaliar al cóndor llevando una sola llama y no dos, y por eso mientras cruzaban el firmamento, había tenido que ir cortándose tajadas de su propia carne para darle de comer al cóndor. En su cuento, el final, el muchacho regresó a la chacra de sus padres después de haber vivido en el reino del Sol y la Luna, pero cuando volvió se dio cuenta que las semanas que había pasado allá en el cielo eran años de años aquí en la tierra. Nadie lo reconoció de los viejos que estaban y se murió solo y triste.(160)



Como puede notarse el lenguaje del narrador no es una recreación de la oralidad de los cuentos, relatos, mitos y leyendas del mundo andino; pese a ello, produce una iluSión de autenticidad. A diferencia de otros escritores que trabajan con el referente andino, Riesco no necesita recurrir un proceso de estilización mediante artificios de orden fono- lógico, morfosintáctico o retórico que le permita crear un lenguaje literario ad hoc. Su prosa densa y poética, que se ciñe al registro escrito de la literatura culta, transmite con incuestionable verosimilitud el pensar mitico de los andinos cuyos rasgos idiosincráticos son la fertilidad, el animismo de la naturaleza, la concepción cíclica del devenir histórico, el sincretismo religioso, etc, etc, O sea, a nivel de significante, forma o estructura superficial Ximena en dos caminos no existe mistura, aunque los personajes a nivel de significado, contenido o estructura proftinda están inmersos en el universo andino.

En el cuento “Angel de Acongate” Rivera Martínez menciona una serie de elementos del referente andino —quechua, varayoq, misti, coca, pongo, tambo, etc —para ambientar el delirante soliloquio de un silencioso, solitario y errabundo protagonista que bien podría ser un orate, un danzante o una deidad,. que sorprende, atemoriza y despierta compasión.. La agonía del protagonista del cuento a causa de una vaga identidad genera suspenso en el relato que, al fin, se resuelve en una suerte de epifanía: no es nada menos que un ángel desgajado del friso de la capilla de Santa Cruz. El cuento comienza con el arribo del personaje a dicho lugar por sugerencia de un viejo, luego procede la caracterización en términos de apariencia fisica, quehacer, indumentaria y estado emotivo, al mismo tiempo que especula sobre su identidad y al final logra cierta intensidad dramática con un desenlace que se eonatena de modo circular con el principio. Esta estructura breve y acabada logra un feliz efecto unitario en el lector. La indumentaria de estilo colonial “esclavina, jubón, sombrero de plumas, tahalí, botas”, corresponde a uno de los típicos vestuarios de los danzantes andinos; sin embargo, el protagonista dice que es un mero oyente y espectador de la música y danza nativas, y no se identifica con ninguna de ellas, lo cual revelaría quizás la condición ambivalente del misti. Sí, pues, el carácter ambiguo e indefinido se evidencia cuando dice no ser blanco ni indio, no tener un pasado sino haber surgido de la nada, tener un rostro cetrino pero las manos blancas, aunque esta coloración podría explicarse por la condición cuasi angelical del personaje. Esta incertidumbre en cuanto a su identidad intensifica la tensión dramática cuyo desenlace no lo define sino que todavía es “sombra apagada” o “ave negra” —otras metáforas que lo aluden--, de modo que el lector jamás sabrá su verdadera naturaleza y origen. El tono lírico del soliloquio —rasgo que identifica a la narrativa andina en opinión de algunos críticos-- bien podría atribuirse a la intensidad emotiva e intuitiva del protagonista que fluye mediante una sintaxis en la que predomina el sintagma de frases yuxtapuestas. Podría asumirse, a riesgo de equivocarnos, que el soliloquio del protagonista revela el pensar mítico mediante un estilo nominal cuya modulación rítmica se basa en la enumeración, la repetición y el paralelismo sintáctico, así como en la elipsis verbal o zeugma. Es decir, toda la retórica del canon occidental a nivel de significante, aunque a a nivel de significado nos revela el rol de la danza, la música, y la condición un tanto esquizoide del misti. En la novela País de Jauja, una de las voces narrativas creadas por Rivera Martínez en tercera persona y con focalización externa, relata tomando como base la tradición oral transmitida por la criada Marcelina. Leamos, pues, un ejemplo donde cobra prioridad el registro literario oral:



Marcelina dijo: El amaru negro está en lo hondo de la tierra, donde nace un río de aguas como candelas tambien obscuras. Está allí, pero no duerme, sino que escucha. Siente toda la música que cantan y tocan los hombre y mujeres de Yanamarca, de Jauja, de Chongos. Todo lo oye: el huaynito de una pastora, el silbar de un chinche, el guapido de un bailante y el canto de los pajaritos y del viento. Y a veces, cuando es una música muy hermosa sale a ver al que canta y al que toca. A.si es. El otro, en cambio, el que vive en las lagunas de Janchiscocha, no piensa en la música sino en la luzy los colores, y en el arcoiris, porque es el amaru del día. Y por eso, porque son tan diferentes y buscan y aman cosas tan diferentes, no vuelven a chocar ni se repite la batalla del principio. Asi son las cosas, pero no para siempre”

En esta recreación de la oralidad de los cuentos, mitos y leyendas andinas se revaloriza, obviamente, la rica yeta de la literatura oral andina. Mediante un proceso de estilización a partir de la tradición oral, se ha logrado crear un modo de narración que mantiene el sabor y el tipo de presencia relato oral pero que ofrece a la vez el placer de leer un relato escrito. No es, pues, una mera transcripción del habla de Marcelina, sino de una refinadísima elaboración estilística que provoca en el lector una ilusión de autenticidad. Un análisis lingüístico de la prosa revela una fusión de la oralidad con la escritura: un amalgamiento de voces de un estilo que no pertenece a Marcelina ni a Claudio, el narrador, sino a la textura de Pais de Jauja para el goce del lector. Como bien puede apreciar- se en dicha estilización de la oralidad andina no existe a nivel de significante, obviamente, nivel de significado, los personajes mestizos de País de Jauja manejan diestramente los aportes tanto de la cultura occidental como de la cultura andina.

Con una rica experiencia y un sólido conocimiento del universo andino, Colchado Lucio, en Rosa Cuchillo, mediante voces narrativas que se vierten en un lenguaje literario andino, noveliza la historia de Sendero Luminoso con los aportes de la mitología y la magia andinas. Dentro de la pluralidad de voces narrativas —la mayor parte de ellas en primera persona ya sea singular o plural, se perfila la de un narrador extradiegético que se dirige desde el nivel enunciativo del recit a un narratario, es decir, a un tú-protagonista, localizado en el nivel intradiegético de la histoire. Estos segmentos narrativos en segunda persona tienen un carácter heterocomunicativo y heterodiegético, puesto que procede como si fuese un narrador autorial en tercera persona que nos narra las peripecias de un tú, Liborio, con quien dicho narrador en calidad de un yo no comparte ni un pasado ni un presente diegético. Es, pues, a través de este narrador que el lector se horroriza ante el grado de violencia brutal que alcanza la guerra entre la policia y las tropas del ejército y la infantería de la marina, y sus asesorados “ronderos”, agrupaciones de defensa civil de los comuneros, y los subversivos. El tratamiento novelístico de este hecho histórico está respaldado por una veraz documentación basada probablemente en testimonios de los sobrevivientes; por consiguiente, un discurso literario más apropiado es el que se deriva de una reelaboración estilística de la mistura. Sea como fuere, en Rosa Cuchillo abundan interferencias morfosintácticas del sustrato quechua, pero finamente estilizadas para uníformar lingüísticamente la enunciación del narrador y los diálogos de los personajes. Entre los recursos retóricos del lenguaje literario Colchado Lucio cabe mencionar los siguientes: los sintagmas con verbo en posición final, inversión del orden regular de las perífrasis verbales, uso del gerundio para traducir los sufijos subordinadotes del quechua, uso del imperfecto del subjuntivo en vez del presente del subjuntivo, el uso de diciendo, dizque, seguro para traducir los sufijos validores del quechua, transformación fonológica de vocablos quechuas y castellanos, préstamos quechua, arcaísmos castellanos, las onomatopeyas, el uso de adverbios y diminutivos para traducir sufijos derivativos quechuas. Todos estos rasgos de orden fonético, léxico y morfosintáctico han adquirido una regularidad lingüística y, de hecho, furncionan como recursos retóricos de su lenguaje literario andino. Ahora bien, además de la voz narrativa que se dirige en segunda persona a Liborio, existen otras voces narrativas que podrían categorizarse desde un punto de vista narratológico como auto monólogos narrados de un yo-individual, (tal como la de Mariano Ochante, por ejemplo); o de un nosotros-colectivo (como las de los Sinchis, o los runas o naturales). Estos narradores retrospectivos acortan la distancia entre la narración (el yo o el nosotros narrador) con su experiencia pasada (el yo el nosotros narrado) mediante el discurso indirecto libre o el discurso directo para capturar la consciencia hiperactiva de sus yo-narrados a tal punto de crear la ilusión que la ficción se cuenta por si misma sin la manipulación discursiva. Y precisamente es en la narración consonante cuando el registro literario tiende hacia la mistura, pero cuando la narración es disonante el registro literario tiende hacia la variante oral del castellano andino. Como quiera que sea, estos narradores nos relatan el ensañamiento sanguinario con el que las fuerzas contrarias se masacran sádicamente. Por ejemplo, narrador que se dirige a Liborio cuenta:



“... cuando aún estaban frescas en tu cabeza las ejecuciones hechas en las bases de apoyo y en otras comunidades y que por nada aprobabas por considerarlas muy crueles e inhumanas. Habías visto cortarles le lengua a los soplones, sacarles los ojos a los traidores y matar a algunos delante de sus padres o criaturas. “Es la masa la que se desborda, compañero”, se había justificado Santos cuando le hiciste ver que bastaba con meterles un balazo a los culpables y no hacerles padecer. “Nada se puede hacer si está en su gusto desquitarse”, añadió. Más de ningún modo logro convencerte” (121)

O el feroz genocidio cometido por ambos bandos.

“Lejos de ser protección para los campesinos, el ejército empezó hacer abuso de los comuneros campesinos. Arrasó con pueblos enteros que nada tenían que ver con Sendero, haciéndoles desaparecer, robando sus cositas, comiéndoles sus comiditas. . . El Ministro de Guerra dizque era de la idea que para acabar con la subversión había que matar a senderistas y no senderistas.. De sesenta sospechosos que se eliminen, había dicho, cuando menos uno ha de ser terruco verdadero. (164)

Sin embargo, saliendo de cuando en cuando de sus escondites, los terrucos emboscaban a las patrullas del ejército causándoles serias bajas o atacaban a pueblos organizados en rondas de autodefensa... De ese modo, en tanto se descubrían fosas comunes de las muertes que el ejército y la policia hicieron en Pucayacu, Soccos, Pomatambo, Pareco, Accomarca, Cayara y otros lugares, los senderistas también seguían haciendo matanzas de pueblos enteros, como Lucanamarca, Huancasancos, Sacsamarca, Cochas, Marcas, Iribamba y más otros también

Ahora bien, la visión alternativa de la ficción histórica Rosa Cuchillo desmantela la retórica de identidad nacional manejada por una dite intelectual y política cuya dinámica del poder es excluyente. Los personajes de la novela pertenecen a diversas clases sociales y grupos étnicos y carecen de un sedimento histórico y una herencia cultural comunes. Por esa razón, el sentimiento patriótico entre los runas es difuso y desaparece si aparece en forma de un aparato represivo de la sociedad nacional con sus tentáculos militares y burocráticos. Leamos la manera como piensa Liborio sobre la camarilla dirigente de la llamada guerra popular de acuerdo a ese narrador autorial que lo invoca en segunda persona, cuyo discurso cambia inesperadamente al discurso indirecto libre, no mediante unyo individual sino un nosotros colectivo, o sea, la voz narrativa de los campesinos. Dicho de otra manera, en Rosa Cuchillo, se supera lo individual para abordar el tiempo colectivo de la Historia con mayúscula:

Había quienes usaban lentes, relojes o anillos, Y eran blancos, medio rubio algunos. No eran campesinos. Resentidos parecían más bien de los otros de su casta que estaban en el go- bienio. Y Santos? Y Angicha? Ellos también eran mistis, aunque se disfrazaban de campesinos o lo hubieran sido alguna vez. ¿Seguían creyendo en los dioses montafíaz? En la Pacharnama, en Wirakocha? Me parecía que no. .. Ellos estaban dirigiendo ahora la revolución, pero ¿hasta qué grado la revolución sería para los naturales? ¿O era para tumbar a los blancos capitalistas como decían y luego ellos sanan los nuevos gobernantes, sin que en esa conducción de ese gobierno nada tengan que ver los runas? Lo deseable sería, piensas, un gobierno donde los naturales netos tengamos el poder de una vez por todas, sin ser el apoyo de otros. Ahí, si, caracho, te entusiasmas, volveríamos a bailar sin vergüenza nuestras propias danzas, en vez de esos bailes del extranjero, hablaríamos de nuevo el runa sinií, nuestro idioma propio, adoraríamos sin miedo de los curas a los dioses en los que tenemos creencia todavía. Sólo si así era la condición, valía la pensa luchar; si no ¿para qué pues? ¿Para que los blancos sigan haciéndonos vivir como a ellos les gusta? (82-83)





Libonio pregunta por que el país debe ser dirigido por los obreros cuando los campesinos pobres constituyen la mayoría e incluso los obreros de las ciudades no eran sino runas emigrados. Ante la respuesta de que la dictadura del proletariado se justifica en la medida de que el obrero solamente posee su trabajo, mientras el campesino tenía o aspiraba a un pedazo de tierra y esto lo convertía automáticamente en una fuerza burguesa que usufructa la propiedad privada, la misma que los subversivos querían hacerla desparecer. Liborio replica que los campesinos no aspiran a poseer un terreno propio, sino a todo lo que les quitaros los españoles, No se trata de una lucha entre los indios o naturales y los blancos porque ahora no había blancos puros ni indios puros, sin una mezcla de indios, blancos, negros y chinos. La única solución era un gobierno socialista de mestizos. Liborio piensa que la mayoría de los mestizos tienen alma india y que formarían parte de la nación de los ayllus campesinos y obreros que se organizarían socialmente mediante el trabajo colectivista como en los tiempos del Tawantinsuyo ya que costumbres comuneras de los runas, naturales o campesinos han resistido con gran vitalidad sin permitir las imposiciones de los blancos que pretenden exterminarlas.
En suma, en Rosa Cuchillo, al ficcionaliza históricamente sobre Sendero Luminoso, Colchado Lucio aborda la brutal irrupción de los aparatos estatales y represivos de la sociedad nacional, y la imposición dogmática de una ideología foránea en la solución de conflictos del universo andino, así como tambien narra con fluidez poética el saber mítico y mágico de su vital resistencia cultural a través de los siglos.