Blas Puente-Baldoceda
Northern Kentucky University
La protagonista de la novela, Ximena, es una niña asombrosamente precoz que, en virtud de una imaginación febril, una aguda sensibilidad y una extraordinaria capacidad de observación, descubre e interpreta el trágico mundo andino que lo rodea desde una perspectiva del ser femenino, socavando, de esa manera, la hegemonia de la vision masculina de la realidad en la narrativa peruana. De acuerdo al critico peruano Gutiérrez Correa la notable calidad artística de la novela radica en la eficacia estilística que se circunscribe en los detalles. En las palabras del crítico:
Laura Riesco, a través de un prosa densa y poética, acompaña el desarrollo de la historia con la descripción de exquisitas miniaturas donde se fusionan el don de observación transmutado por la imaginación y el recuerdo. Leyendo sus páginas se piensa en una narradora de filiación proustiana cuya prosa se ve corregida por la mirada neutral, un poco fría e implacabble, de los objetivistas franceses de la nouveau roman
Si bien es cierto que la novela de Riesco es una variante de la novela formativa de la iniciación y el descubrimiento, las fuentes del saber de Ximena son las enciclopedias, los libros de mitologia griega y de literatura clásica, los cuentos de hadas, que son leídos en su hogar de clase media cuyo padre trabaja para una compañía norteamericana que explota los yacimientos minero de la sierra central y se apropia, auxiliada por los aparatos represivo del estado peruano, de las tierras de las comunidades indígenas.
Además de la mitología de Occidente, Ximena se nutre de otra tradición cultural que percibe la realidad de distanta e incluso opuesta manera. Son los relatos orales del Ama Grande, una antigua sirvienta de la familia, fuente del mito y la magia andinas, que contribuye en la configuración de la cosmivisión dual de la protagonista. Posteriormente, cuando el Ama Grande, debido a los achaquez de la vejez, retorna a la hacienda de los abuelos maternos de Ximena, es reemplazada por el Ama Chica,
"una muchacha de faldellín negro, una lliclla verde anudada al pecho ... .gruesos pies descalzos, ... uñas toscas y negras"(204),
que mediante un castellano con interferencia del quechua, le cuenta
"relatos fantásticos en los que se entreveran los tiempos de siembra y la cosecha, las festividades del Carnaval y la Navidad, la magia venenosa o curativa de ciertas plantas, de ciertas manos, de ánimas de en condena que buscan sin césar la paz o la venganza, de milagros realizados por santos de tez oscura y que llevan una vara de anillos plateados cuando aparecen erguidos sobre las montañas sagradas. Algunas cosas ya las ha escuchado por boca del Ama Grande, pero en aquella surgen lejanas, aletean pobres, parecen querer borrarse apenas conjuradas. El Ama Chica cuenta de corazón, con ruídos, saltos, muecas horribles" (205).
Asimismo, Pablo, el niño indio que le da refugio a Ximena, durante la brutal represion policial que termina con el campamento obrero incendiado, le cuenta sus variantes de los relatos orales andinos a cambio de los cuentos infantiles. El niño dice:
--¿Tú has oido del muchacho que una noche descubrió que eran unas princesas doradas las que bajaban del cielo a robar las hermosas papas de la chacra de sus padres y que atrapó a una de ellas y la encerró en su choza para que no se le escapara? Yo lo sabía un poco distinto. ¿Recuerdas que el cóndor le pidió dos llamas para alimentarse en el larga camino hacia el cielo donde buscarían a la princesa dorada que en realidad era una estrella? Pablo me contó que el muchcho, por temor a su padre, había tratado de engañar al cóndor llevando una sola llama y no dos, y por eso mientras cruzaban el firmamento, había tenido que ir cortándose tajadas de su propia carne para darle de comer al cóndor. En su cuento, el final, el muchacho regresó a la chacra de sus padres después de haber vivido en el reino del Sol y la Luna, pero cuando volvió se dio cuenta que las semanas que había pasado allá en el cielo eran años de años aquí en la tierra. Nadie lo reconoció de los viejos que estaban y se murió solo y triste.
Como puede notarse el lenguaje del narrador no es una recreación la oralidad de los cuentos, relatos, mitos y leyendas de la literatura andina; a pesar de ello, logran cristalizar linguísticamente la ilusión de autenticidad. A diferencia de otros escritores que tienen como escenario el mundo andino tales como Arguedas, Vargas Vicuña, Scorza, Rivera Martínez, Colchado Lucio, solo para mencionar algunos, Riesco no necesita recurrir un proceso de estilización mediante artificios de orden fonológico, morfosintáctico o retórico que le permita crear un lenguaje literario ad hoc. Su prosa densa y poética, que se ciñe al registro escrito de la literatura culta, transmite con incuestionable verosimilitud el pensar mítico de los andinos cuyos rasgos idiosincraticos son la fertilidad, el animismo de la naturaleza, la concepción cíclica del devenir histórico, etc, etc.
Por otro lado, dentro del rol actancial de Ximena cabe advertir su exacerbada sensibilidad hacia el sufrimiento humano que la agravia severamente y por eso se siente
"culpable de que los niños que lloran de hambre por el mundo y que son de carne y hueso ... le causen el mismo pesar" (92).
Por ejemplo, Ximena descubre en la enciclopedia la lamina correspondiente al Perú en la cual aparece alegóricamente un niño indio triste, descalzo y harapiento, que se parece al niño que vio unos días antes en el mercado, que llevaba
"unos pantalones negros, holgados, demasiado anchos para sus piernas delgadas, están rotos, sin parches. No lleva ojotas y Ximena descubre sus pies cortados y endurecidos por el frío seco de las alturas" (17).
Conmovida hasta las lágrimas decide levantarse una madrugada y dejar en el mercado los inmensos animales de peluche –un perro, una jirafa y un oso—para que el niño indio por quien se siente atraída, los recoga. Dias después vuelve a encontrar al niño indio que esta vez se esfuerza en trasladar un pesado costal de papas y que ignora la sonrisa cómplice de Ximena, la cual reflexiona de esta manera:
"No tiene más remedio que seguir adelante cargando con ella un peso nuevo cuyo nombre desconoce todavía. La temporada en el valle, los juegos en la huerta y los cuentos de las sirvientes irán aquietando sutilmente su pena y desconcierto" (25).
Esta abismal diferencia socio-económica entre un sector previlegiado sociedad nacional que lo tiene todo en contraste con sector subalterno que no tiene nada crea en algunos de los primeros una conciencia de culpa que los hace sentirse "oscuramente responsables de la injustica que impera en el ordenamiento social del mundo andino." Por esta razón, Ximena concluye:
--Es que pense que Dios castiga a los que tienen demasiado. (221)
Aunque coincido básicamente con Gutiérrez Correa con respecto a la culpabilidad social; no obstante, cabría señalar que en otros pasajes de la novela se insinúa esa suerte de culpa social conduce hacia un paternalismo piadoso que se concretiza en dádivas que no contribuyen a solucionar el problema de fondo; al contrario, acicatean el resentimiento en los oprimidos. Ximena:
[y[a no puede negar ni acallar tan fácilmente sus latidos porque allí está el niño, muy serio, sin sonreir, la expresión adulta y los ojos de almendra que le sostienen con dureza la mirada que la interrogan con rencor esperando una respuesta. (25).
En el capitulo titulado La Costa la madre de Ximena practica su obra caricativa con una pareja de indios que son desalojados por el dueño del hotel localizado en un pueblo de la costa donde la familia a viajado para pasar las vacaciones de verano. Ximena los ha descubierto en uno de los cuartos pequeños sin cieloraso que creyó en un principio una suerte de almacén del hotel. Ximena los escucha a través de la puerta:
"Ximena no entiende lo que dicen, cree reconocer las consonantes ricas y los diptongos típicos del quechua, pero por más que se concentra no puede aislar bien las palabras...Si es quechua lo que oye no le parece una temeridad averiguar quienes están allí ni por qué"(157-58).
Son migrantes andinos en busca de trabajo, la mujer está en cinta, de manera que la madre de Ximena decide comprarle algunos víveres y tela para coserle pañales y mantitas a la criatura porque
"al nacer los envuelven en una bayeta áspera y ordinaria, como si la piel de todos los recién nacidos no fuera de igual de delicada" (164).
Cuando la madre de Ximena se queja ante Don Seferino, dueño del hotel, por el abuso de echarlos a la calle, este argumenta que los serranos son mentirosos, torpes y ladinos, y que saben aprovecharse de la voluntad ajena. Esta visión estereotipada de los costeños sobre los serranos se complementa con un minucioso contraste entre los paisajes y los comportamientos humanos de ambas regiones. A través de la óptica de Ximena, la narradora no sólo describe con minuciosidad la realidad externa sino bucea en las complejidades de la interioridad de la acción humana. Es más: , se cuida de no caer en un acartonado maniqueismo que contrasta blancos e indios, sino que incluye un gamut de personajes mestizos con diversos grados de bilinguísmo. Por ejemplo, la madre de Ximena, a pesar de su extracción social y étnica, habla quechua. Libertad Calderón, hija de un subversivo despedido de la compañía, pretende haber olvidado la lengua nativa ahora que estudia derecho en la universidad de San Marcos. No es pariente ni ahijada de la familia de Ximena pero la han llevado consigo para que cuide a Ximena y haga compañía a la madre. Cuando la madre de Ximena le pide a Libertad que hable con la pareja de indios porque considera que su quechua es mejor que la de ella, Libertad le replica:
"—¿Por qué conmigo? –Ximena se asusta. Por más fastidiada que esté Libertad Calderón nunca interrumpe a su madre. Sin embargo, esta vez el rostro de le descompone y los senos delineados bajo la solera le suben y bajan al compás de la respiración que intenta controlar--. Desde que me fui a estudiar a Lima se me ha olvidado ese idioma. Inútil que me pida usted que les hable –replica enunciando lentamente las palabras. Con decisión empieza a caminar hacia la puerta. Ximena espera que su madre la llame de vuelta, pero no che sino estrujar los billetes y ponerse más y más triste" (162-63)
Desolada, alicaída, llorando de rabia, Libertad rompe una a una las páginas que la madre de Ximena le ha regalado, porque esta última la puso en una situación enojosa de negar la lengua y la cultura que son los sedimentos de su mestizaje.
Desde las primeras páginas el autor implícito de Ximena en dos Caminos revela, pues, las horrendas contradiciones de un mundo dividido por mixtura de factores tales como género, clase social, raza y y cultura. Tal es el caso de la tejedora india que cohabita con el blanco Robertson. Leamos:
"La tejedora es pequeña y muy morena. Lleva el cabello negro en un permanente corta y se pone color en los labios. No lleva faldellines ni lliclla como otras que vienen a la casa para vender mantelería que bordan o tejen... Su madre ha comentado alguna vez que es "una cosita de nada" y que no comprende cómo Samuel Robertson perdió la cabeza por ella. Ximena la ve muy fea. Tiene los ojos huidizos y su cara le recuerda a la de los cuyes viejos del valle. Robertson... es al contrario rubio y muy bien parecido. A él igualmente lo reciben en la cocina como si fuera uno de los empleados sin rango de la fundición, aunque por su apariencia pudiera ser uno de los tantos gringos que trabajan con su padre. Hace un tiempo era mecánico de la Compañía, pero después del escándalo con la tejedora lo sacaron de su puesto" (94)
Los comentarios valorativos son típicos de un sector de clase previlegiada étnicamente blanca que su ufana de un abolengo hispánico y cuyo racismo a ultranza condiciona la visión estereotipada sobre los sectores socio-étnicos considerados subalternos. Es un puro azar que la protagonista de la historia, Ximena nació en el seno de dicha clase; no obstante, su fina y delicada sensibilidad es capaz de percibir los prejucios, la estigmación y los estereotipos. De hecho, la discriminación racial en dicho sector de las clases previlegiadas se centra en el aspecto biológico ya que el ideal físico implicito en las valoraciones del protagonista y los personajes corresponde a la de una persona alta, delgada, rubia, de ojos verdes, de pelo castaño o rubio, y, sobre todo, con una piel bien blanca. Estos rasgos conforman la supuesta superioridad absoluta y universal del patrón estético de clase media; de modo que los rasgos que no se ajustan a dicho modelo –tales como los de la indianidad-- son estigmatizados como feos y ordinarios, y, por lo tanto, los ubican en el polo opuesto de la inferioridad absoluta. De ahí que el cabello rubio de Cintia, la prima costeña, simboliza dicha valoración, y por eso Ximena, bajo el pretexto de hacerla adquirir poderes sobrenaturales para que pueda saltar una acequia, la persuade para cortárselo sin permiso de los mayores.
En cuanto problema de género en la novela se representa los mecanismos de opresión de la mujer de diferentes sectores socio-étnicos por una sociedad patriarcal, falocéntrica y machista. En el gradual descubrimiento de lo que significa ser una niña y no un niño, en los juegos inocente que comparte con Cintia y Edmundo, brega por imponer su diferencia y con inteligencia socava el dominio masculino de Edmundo, cuestiona el rol de víctima y la supuesta inmoralidad de Casilda como resultado de su idilio un hombre casado, no sólo entiende y justica el amor lesbiano entre su tía Alejandra y su amiga Gretchen sino que coolabora en su continuidad, describe la primera atracción hacia el sexo masculino, critica el estigma y ostracismo que las convenciones de la sociedad imponen la tejedora india por amar a un hombre blanco, dialoga con el espíritu de la abuela a quien la sociedad patriarcal lo condenó a la locura por haberse rebelado contra las imposiciones de castidad, virginidad, fidelidad y pasividad de su sociedad con respecto a la mujer. Toda esta problemática de la mujer en relación con su sexo, clase social, raza y cultura merece un análisis exhaustivo que rebasa los limites de la presente ponencia.
Como quiera que sea, Ximena ha visto la pelicula Cumbres Borrascoas y su madre le lee pasajes de la novela y cuando ésta le dice que el rostro de la protagonista Catherine "denuncia la perfidia posible de todo corazón", el narrador nos dice:
"Ximena suspira: le gusta esa frase, se la tendrá que repetir otra vez y en voz alta para que su bruma intrigante e impalpable a la vez se quede más tiempo con ella, flotando entre los muebles de su pieza. Si supiera escribir, la grabaría con letra fina y certera, usando tinta morada en la página sin rayas de un pequeño cuaderno con tapas de cuero"(96).
Una rica imaginación, una aguda sensibilida, una extraordinaria capacidad de observación, condicionan a Ximena para la expresión artística a través de la palabra escrita. Justo cuando al borde del llanto trata de escribir con claridad su primera palabra advierte la misteriosa presencia de una mujer que la observa desde la mecedora y empieza a interrogarla sobre la huelga y la brutal represión policial que culmina con el incendio del campamento donde viven las familias de los obreros de la fundición. Desde las gradas de su casa, Ximena, creyendo que se trataba de una feria decide ir a ver, y por eso puede testimoniar sobre dicho suceso. La mujer le dice:
--Nunca olvidarás del todo, Ximena, porque aun cuando entierres con los años los detalles de ese día sentirás que a tu espalda buscan entremezclarse a tus pasos. Tal vez si me ayudas a recordar, juntas podremos empezar una nueva página (218)
La mujer de ojos tan parecidos a los de su padre no es nada menos que la intromisión en el mundo ficticio de la autora para dialogar con su personaje sobre la responsabilidad del escritor de novelar sobre una realidad diversa y contradictoria en lo geográfico, lo económico, lo social, lo étnico y lo cultural. ¿Cuál es el efecto retórico de este artificio de autoreflexividad literaria en la novela? Cuando Ximena ve que sobre las rodillas un bloc grueso de hojas amarillas abierto en una página en blanco y muchísimas hojas ya escritas, le interroga:
--¿Qué escribes tú? –interroga auscultando con curiosidad el bloc de la mujer.
--Estoy tratando de terminar una colección de recuerdos imaginados, y si vieras, hay una parte que se me hace muy difícil de escribir. Igual que tú con las letras en cursiva. Por eso he venido a buscarte. Necesito que me ayudes a completar mis relatos. (217)
Al igual que Scorza que escribió una saga novelística sobre la lucha de las comunidades del centro en contra de la empresa extranjera, acaso Riesco también quiere ser como escritora fiel a su experiencia vivida durante su infancia, y ese manera plantear una literatura comprometida con los desposeídos y sus luchas reinvindicativas. Al mismo tiempo que Ximena le relata a la mujer los mitos andinos que le ha contado Pablo y da testimonio de las condiciones infrahumanas del campamento, violenta represión policial de los obreros en huelga contra la empresa norteamericana, se intercala un diálogo que incide sobre los mecanismos discursivos y temáticos que produce dicha enunciación narrativa. Por el siguiente intervención de la mujer, la supuesta autora hablando con su personaje, personaje que llegara a ser escritora, se resume el contenido temático de los capítulos de la novela:
Pero por más lejos que estés –agrega cambiando el tono—y te irás muy lejos, muy lejos, no podrás olvidar tus primeros años, y los cuentos que escuchaste en tu niñez irán a tu lado siempre como irá a tu lado la sombra de tu ama y las piezas de esta casa. Sin poder evitar vivirás por mucho tiempo anclada en esa época de tu vida, enredada entre tejedoras, en el pelo rubio de una prima, en las cartas insólitas de una adolescente, en la imagen de la abuela alucinada, en los escuadrones y las láminos de la enciclopedia, en las rondas inexplicables alrededor de un viejo ficus en un patio prohibido y en una poza de mar. Un día tendrás que arracarte de esos años para seguir adelante en el camino de otros cuentos (234-35)
Este artificio de la autoreflexividad se manifesta en un paratexto que de alguna manera contribuye a esclarecer su finalidad en Ximena de dos Caminos. Ximena escribe una carta Claudio, personaje de Pais de Jauja, de Rivera Martínez, novela que también tiene como escenario el mundo andino. Leamos el principio de la carta:
¿Cómo se escriben los personajes que se leen? He entrado en tu texto, he caminado por tus líneas en el terreno habitado por un muchacho serrano, serrana yo a mi vez, que te leo y te escribo desde otro tiempo y otra zona. ¿Qué busco, qué encuentro Claudio, en ese tu recinto de lenguajes? Me acerco a ti tratando de alejarme de Edgardo Rivera Martínez, cómplice en tu producción, para aislarte en los posible en tu papel de personaje. Me guía, de ese modo, un adolescente que se tutea recordándose en el pasado y en sus "cuadernos secretos" anota los sucesos que le interesan, sus dudas y cavilaciones. Como todos los que sufren el afán de escribir, te recuerdas y te escribes cazando, atrapando lo que palpita en una realidad que fue, o que es, para fijarla en blanco y negro, inmóvil ya en tus páginas. A través de esa alquimia vas transformando la vida, su palabra viva, en el signo de lo escrito. (10)
Hace más de treinta años que Laura Riesco vive frente al mar en Maine. Tuve el alto previlegio de haber leído su manuscrito de cuentos que dio origen a la novela Ximena en dos Caminos. En mi última conversación telefónica me confió que está escribiendo otra novela tan pero tan compleja como el Finnegan Wake de Joyce. Abrigo la esperanza de que me confíe otra vez su nuevo manuscrito.
Blas Puente Baldoceda