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lunes, 26 de julio de 2010


Jorge Eduardo Eielson: variaciones temáticas en torno a la muerte


Blas Puente Baldoceda, PhD.
Northern Kentucky Universit

Jorge Eduardo Eielson (1921) marca un incuestionable hito en el proceso de la poesía peruana. A partir de su obra, la critica peruana estableció la falsa dicotomía entre “poesía pura” y “poesía social”, debido al deslumbramiento que produjo la exquisitez formal y el sofisticado artificio de su poesía, y su envidiable capacidad para experimentar innovadora e incesantemente el lenguaje poético. Gracias al profundo conocimiento sobre el valor esencial de la palabra, Eielson logra combinaciones de sonidos e imágenes de inigualable calidad estética. Sin embargo, la poesía de Eielson trasciende dicho esteticisno formal. Silva Santisteban, poeta y crítico peruano, apunta con gran acierto:

“Así, la poesía de Jorge Eduardo Eielson parece provenir del sueño, de la alucinación, de la visión profunda del cosmos. Penetra, con un brote fantástico, en lo más hondo del ser humano, para concretarse en una suerte de manifestación densa y arquetípica”

Y, justamente, de esta compenetración con el destino del ser humano, nace su obstinación de develar el enigma de la existencia humana: la muerte. De ahí que este tema recurre insistentemente en la poesía eielsoniana. Por esta razón, nos propusimos revisar con sumo detalle los pasajes que aluden a este tema en los poemarios que corresponden a la primera etapa de su poesía: Moradas y visiones del amor entero (Lima, 1942), Canción y muerte de Rolando (Lima, 1943) Reinos (Lima, 1944), Antígona (Lima, 1945); así como también los primeros poemarios de la segunda etapa: Ajax en el infierno (1945) y En la Mancha(1946) . El análisis y la interpretación de dichos pasajes, y el correspondiente cotejo de los mismos, nos convenció que el tema de la muerte es un vehículo que usa el poeta para expresar otras inquietudes igualmente trascendentales. De hecho, estas inquietudes están vinculadas de alguna u otra manera a la muerte. Ahora bien, en las variaciones temáticas en torno a la muerte se perfila una evolución que marcha paralelamente a una incesante experimentación con lenguaje. Por otro lado, aunque en algunos poemarios de la segunda etapa de la poesía de Eielson, El circo (1946) y Primera muerte de María, el tema de la muerte todavía gravita, en ellos se repite los mismos lineamientos planteados en el poemario En la Mancha. En los otros poemas de esta etapa y en los otros de la subsiguiente etapa, el tema de la muerte se diluye entre otras obsesiones del poeta, y por esta razón la excluimos por no ser pertinentes a nuestro propósito.Ya en el primer poemario, Moradas y visiones del amor entero (1942), la cita bíblica: “Quedó la muerte aniquilada y convertida en victoria’ en la primera página, nos anuncia la proclividad de Eielson hacia el tratamiento de la muerte como tema poético. La muerte es concebida como una experiencia mística y una vía de acceso a la esfera divina para los seres humanos, cuya esperanza es mermada por el amargo y tumultuoso existir:

Ved esta sombra esperanzada
Estos brazos levantados
Y el afanoso vivir que los sepulta:
¡Oh amargura de vivir!
Mas quien pudiera una noche
Robarte la muerte divina
Hablarte cuando todos callan
Rodearte ¡oh muerte maravillosa!

En Canción y muerte de Rolando (1943), se reitera esa visión mística de la muerte:

“Tu cabeza recibía toda la gloria de Dios en una viva,
relumbrante corola de muerte...”

Ahora bien, lo místico no sólo se erige como un atenuante al dolor de la muerte, sino que contribuye a embellecerla:

“Tu agreste santidad, Turpin, cuyas manos riegan alabanzas:
herido está y al borde de su túnica la muerte se embellece”.



Sin embargo, en este poemario de Eielson se advierten otras vertientes de la temática de la muerte. La inconsolable desolación y el agudo patetismo que causa la muerte se reflejan en la siguiente imagen:

“Entonces cual la noche, Ganelón sobre su negra espada lloró

con tanta penuria de saberse rey de tanta muerte”

El color negro de la espada acentúa el escenario tenebroso, donde el poder terrenal del rey es impotente ante tanta desolación que causa la muerte después de una batalla. Esta concepción mística de la muerte es presentada en un paisaje gótico con una atmósfera ruinosa y enigmática:

Luego, desde el crepúsculo nacía una larga flor, una avenida
embrujada, sembrada de ruinosos capiteles, de ánge1es de
tumbas rezumando mediodía.

Por otro lado, la muerte para el yo poético interrumpe el, curso armonioso y apacible de la naturaleza:

Todo lo que queda cuando el ciervo herrumbrado por la luz
y se detiene la floresta, el río, el casco sobre un monte"

Asimismo, la naturaleza se animiza y se conduele de la muerte humana, y tiende a purificarla:

“Te sigue el río, a tu espalda tiende sus correntosos brazos,
arroja piedras por lamentos, su ternura acoge la sombra de tu
nuca y, obligado a perderte, la refleja en su interior y la transforma en espuma, en purísimo residuo”


En este segundo poemario de Eielson, la visión mística de la muerte se inscribe en un escenario desolado, gótico y en ruinas. Por otro lado, la naturaleza, violentada por el patetismo de la muerte, se animiza y se erige como fuente de consuelo y purificación.

En el poemario Reinos (1944) existe un poema titulado La tumba de Ravel, donde se explora la alucinación fantasmagórica como modode aprehensión de la muerte:

“Nadie sabe quién es el caballo que a diario
Solloza en tu lápida oscura o entreabre
Los dedos marmóreos del nicho en la sombra”

En Poesía de la casa entre los pinos, del mismo poemario, la muerte puede constituir una senda que conduzca a la belleza. Asimismo, a través de la muerte se puede acceder a una redención ulterior:

“Muerto entre pinos, veré nacer el sol debajo de ella”

“y a morir en ellos, sin sombrero y dorado como el día”

La esperanza del amor más allá de la muerte brota del poema titulado Reino primero. El joven protagonista del poema halla los dulces frutos del amor ocultos en la aciaga fronda de la muerte:

“Manzanas de amor en la yedra de la muerte
Ve el joven, solemnes. y áureos cubiertos
en la fronda maldita, que un ciervo de vidrio
estremece”

Y la amada muerta, que se encuentra en un trance de pureza, se transfigura en un rayo que alcanza arrullar al joven:

“La joven, que nada es ya en el polvo sombrío
Sino un cielo puro y lejano, recuerda su tumba,
Llueve e irrumpe en los brazos del joven
En un rayo muy suave de santa o paloma”

En suma, la muerte se convierte en una via de acceso no sólo al misticismo sino también a estados de amor y pureza.
En otro poema, Piano de otro mundo dedicado a la memoria del hermano muerto, además de un estado de pureza, la muerte es descrita como un estado de eterna soledad:

Joven soledoso, permanente y puro?”

Asi como la muerte es capaz de traspasar los límites de la muerte la sabiduría también posee mayor trascendencia y puede sobrevivir a ella:

“Me permitiréis, Señor, morir entre estos libros,
decuyo seno,
Cubiertos de aroma, mana el negro aceite de la
sabiduría”

Ahora bien, en el poemario Reinos existen indicios de una concepción dialéctica de la muerte. Es decir, se concibe la muerte y la vida como los lados de una misma moneda. Por ejemplo, en el poema Nocturno terrenal  la presencia de las palabras: vino, rocio, y amor, juntas, podrían connotar vida. Sin embargo, dentro de la cadena sintagmática donde aparecen estas tres palabras, se inserta la adverbalización del sustantivo muerte, o sea, mortalmente, y se crea así una suerte de síntesis o fusión entre vida y muerte de esta aparente contradicción:

“He visto los rojos campos labrados por el cielo
azul,
La antigua naturaleza desflecada y húmeda
De vino, de rocío, mortalmente hecha con racimos
De amor, tal un lecho donde ardiera lo deseado.

En el poema Genitales bajo vino se advierte la misma concepción dialéctica:

“Mis dedos alhajados
Buscan el Arbol de la Noche, clavan
Sus uñas de imprenta en los racimos
De la Vida y de la Muerte”.
Mírame tierra, así escribiendo, así
Desnudo, Adán poeta, quieto y triste
En esqueleto, sierpe y uva convertido”

Del árbol de la noche penden los racimos de la vida y la muerte, así como también el esqueleto junto con la sierpe y la uva conviven en la existencia humana.

Los sueños, considerado como un territorio íntimo y privado, es invadido por la muerte. En el ya mencionado poema Nocturno terrenal leemos:

“Con nuestro último sueño, que tienen todavía,
como un templo
Majestuoso, el gran consuelo de su polvo donde
nada
Ni nadie ha osado penetrar sino los muertos”

En Esposa sepultada, el yo poético se siente tan abrumado por la memoria de la esposa muerta a tal punto que llegar a sustituir el recuerdo de su persona por la remembranza intensa de su muerte:

“Encerrado en tu sombra, en tu santa sombra
O si sólo tu sombra, tu velo de novia en el
aire
-Poblado de perlas, naves y calaveras- .
El que inunda mi alcoba, igual que un oceano

En Principe del olvido, un poema de lacerante desgarramiento, la memoria de la amada muerta es tan vívida y avasallante que el yo poético compara el silencio mortal de ella con un ruido de tambores, con las llamas de un fuego o las lavas de un volcán:

“Sobre mi cabeza avanza su respiración,
Sus labios sordos, como un ruido de tambores.
(Aquí, en la sombra, crter de terciopelo,
Solamente amueblado está el volcán, lo que es
suyo
Sofás donde su cuerpo grita roncamente
degollado)”.

En resumen, podríamos asumir que en el poemario Reinos, el yo poético, mediante la alucinación y el sueño y la memoria, propone que la muerte puede ser trascendida hacia estados de pureza, amor y sabiduria. Ahora bien, ese éxtasis de pureza es concomitante con un estado de eterna soledad. Además, la existencia humana siempre estará a horcajadas entre la muerte y la vida.

En la prosa poética Antígona (1945) el léxico se adensa con vocablos cuyos referentes aluden directamente a la muerte: esqueletos, panteones, mausoleo, luto, tumba, muertos, fosas, cementerio, hueso, funebre, sepultado, criptas, entierros, etc. Después de una cruenta guerra, el yo poético invoca el nombre de Antígona para que auxilie a los moribundos, pero en el mismo texto también invoca a una enfermera para que cumpla igual función en un escenario alejado temporalmente del primero: la segunda guerra mundial. Mediante la transposición temporal del mito griego, el yo poético hace coexistir lo antiguo con lo moderno para construir una alegoría de la muerte. En Antigona se advierten las mismas variantes temáticas en torno a la muerte que hemos registrado anteriormente. Por ejemplo, la armonía de la naturaleza se resquebraja por la muerte:

“!Oh nubes, primavera martir de la guerra, grifos y pinos
inclinados, vedla: sola y derramada yace una botella de vino
en una tumba!”.

Asimismo,1a naturaleza se personifica y se apiada de los moribundos:

Aquí donde las sombras, los ojos áureos del otoño, los
árboles y el viento piensan en sus muertos misteriosos
y los buscan, con un fósforo en la mano”.

Otra variante temática que se repite en este poemario, es la concepción mística de la muerte:

“Santo, santo es el amor, y la leche que levanta el guerrero en su tumba”.

Sin embargo, en Antigona se manifiestan otras modulaciones temáticas en torno a la muerte. El amor piadoso y la solidaridad de Antígona son fuerzas que se oponen a la muerte:

“Su sombra enfermera besa a los heridos, lava sus pantorrillas
dulces en el río, y como una madre alerta entre los heliotropos
recoge al ú1timo caído de la tarde bajo el tilo ansioso”.

Una fase original y sorprendente es adoptada,por el yo poético en Antígona: la muerte no es el estadio final de la existencia humana. Los muertos todavía sobreviven y penan en el mundo. Esta presencia fantasmal de la muerte se refleja en los siguientes pasajes:

“Tumores de fuego -sus hombros— derrámanse a las fosas,
furgones donde los muertos fríos pían, sobre ruinas de
mortuorio trigo.
….
Balnearios de hueso bañados por el sol como una naranjada,
y toallas, cigarrillos, esqueletos de tertulia jugando
vanamente en su cuarto de inviern..
Y donde la hortaliza loca y la frutal ofrenda yacen, junto
a su tumba labrada, de ónix y cera, nada sino un hediondo
saxofón ha de quedar, soplando eternamente hasta sacarlo de
su tumba, desolado”

Entre los escombros dejados por las atrocidades bélicas, la desolación, la tristeza y el lamento lúgubre se yerguen con intenso patetismo:

XVII

“Sequía del alba, monumento y sol, donde sedientos ciervos
como latas vacías bostezan bajo el cielo, y olivos desmayados
y dolientes capiteles contemplan el lagarto antiguo,
al melancólico cuarzo que irrumpe en las estrellas durante
siglos, hasta ocultarlas”.

Estas variacione temáticas en torno a la muerte se vierten en un lenguaje poético que ha evolucionado incuestionablemente desde los primeros poemas hasta Antígona.  En Moradas y visiones del amor entero,existe un parentesco con el misticismo de Rilke y Rimbaud; lo cual explica el tono oracional y de entrega espiritual que caracteriza a estos poemas.
En la prosa poética de Canción y muerte de Rolando se observa un manejo diestro del ritmo en base a la sonoridad eufónica de las palabras. Asimismo, se perfila ya un sugerente plasticismo y un hálito de hondo lirismo.
En Reinos, el léxico se enriquece y la expresión se torna más fluida para expresar la exuberancia de la imaginación y tendencia marcada a la sensorialidad. El uso acertado deldel exímoron y los símiLes crean siempre un efecto sorpresivo. Asimismo,se acrecienta la visualización de las imágenes y se explora la materia fónica de las palabras para generar matices sinestésicos. En el lenguaje poético de este poemario prevalece una atmósfera de fantasía, maravilla y magia.
Finalmente, en Antígona, el poder de la metáfora y la riqueza verbal, la adjetivación deslumbrante y la musicalidad, el retorcimiento sintáctico, aparecen con mayor armonía y perfección, y el lenguaje poético de Eielson alcanza su verdadera plenitud. Con la aparición de la prosa poética Ajax en el infierno (1945) se inicia una nueva etapa en la creación poética de Eielson. Es una poesía exterior y descriptiva que todavía no se desprende totalmente de la resonancia interior y el lenguaje recargado de la poesía anterior. Sin embargo, en esta etapa de tanteo e innovación, Eielson continúa obsesionado con el tema de la muerte.
En Ajax en el infierno, la prosa poética Eielson retorna nuevamente el mito griego y lo ubica en un contexto actual para comunicarnos su convicción de que la muerte es implacable y el ser humano es impotente para detener su curso eterno y fatal:

“La sangre a su alrededor seguía manando.
La sangre llegaría al cielo.
-¡Detened esta sangre de borregos -gritó-,
detened esta sangre cobarde!
Ella no respondió
Escuchaba el rumor agorero.
La sangre no se agotaría nunca.
Por toda la eternidad seguiría manando del
cuerpo de las bestias.
Subiría más allá del cielo, de la noche, de los
astros, hasta mojar los pies empestuosos de Zeus
en el olimpo”

La muerte, alegorizada por el el genocidio de animales, despierta la piedad y el amor de la naturaleza:

“Espectros decapitados de cerdos, de terneras y
carneros rodeábanlo sin piedad, volvían a él sus
cuellos sanguinolentos, como un bosque talado.
La niebla tibia, redonda, rebotaba sobre los
cuerpos jadeantes, surgía en ellos en un vaho
dorado y sangriento, caía en gotas de amor sobre
sus lomos desnudos”.

Pasmado ante tanto infortunio, el heroe busca desesperadamente una respuesta:

Aquella civilización
¿Qué había ocurrido entonces? ¿A qué se debía
esta oscuridad, este abismo inexplicable?

La única alternativa que le queda al héroe es la queja desgarrada, ya que nada puede hacer ante el misterio de la muerte:

“Ayax dio un grito en la obscuridad
La sangre de las bestias lo ahogaba ahora. La
sangre llegaría al cielo”

En el poemario En la mancha (1946) se produce un cambio radical de la actitud del yo poético con respecto a la muerte. Si bien es cierto que el yo poético había tratado a la muerte con gran veneración y trágica solemnidad en la poesía anterior. En la mancha, al contrario, se advierte una actitud irreverente y una intención paródica y hasta sarcástica. En el poema Sueño de Sancho, se reitera la variante temática que consiste en la perdurabilidad de la muerte en el mundo de los vivos:

“Arboles rosas cubren el panteón de al lado, en
donde pían los difuntos provistos de un dorado
pico”

Los muertos, comparados con unos polluelos, continúan quejándose con encendida vivacidad. Sin forzar demasiado la interpretación podríamos asumir que la imagen de los pol1uelos con el pico dorado sugiere el nacimiento de una suerte de existencia en el territorio de la muerte Aunque esto parezca un tanto paradójico, recordemos que Eielson concibe dialéctico la dicotomía vida/muerte.
El estereotipo materialista y hedónio de Sancho, habituado al buen dormir, comer y beber, es contrastado con una imagen sutilmente burlona de la muerte:

“Sancho allí dormido, entre la noche y el día, exhala un
largo, violento y rojo ronquido, con un tufo de sopa y
vinosa memoria.
A su estruendo salen los muertos aturdidos, como tras
el diluvio lunas y planetas, y ante el terremoto cráneos y
sarcófagos al polvo”

La visión mística de la muerte que era un rasgo dominante en la poesía anterior cede paso a una actitud desacralizadora, blasfemante y paródica:

“o como a silbato del Juicio Final en la cancha de fítbol.
Juegan los muertos ante él con arcaica pelota”

La vida jovial, golosa y muelle de Sancho es totalmente indiferente al triste y resignado retorno de los muertos al cementerio a la hora del crepúsculo:

“Tras el otero ve Sancho perderse el sol, mientras los
muertos se tornan violeta, se entristecen y dejan de jugar.
Rayados por la tarde amarilla, verde y azul, aléjanse a sus
nichos, macilentos, cargados de calzones y champas en polvo.
Sancho aburrido, bosteza, vuélvese en el césped nocturno y brillante: bah!”.

La selección de la figura de Sancho para contrastarla con la muerte obedece no sólo al intento de desmistificarla sino también a una nueva concepción de corte materialista. Pareciera que el yo poético, aburrido de tanta angustia metafísica, acepta la presencia de la muerte como un hecho cotidiano y natural: se come, se bebe, se duerme jovial y placenteramente, y así también se muere.
En la misma tónica, en el poema se parodia en tono burlón y jocoso el riguroso ritual fúnebre que precede al entierro de Rocinante. Don Quijote y Sancho, acongojados, lloran a torrentes durante el cortejo fúnebre que es descrita con imágenes pedestres y un lenguaje plagado de diminutivos y giros coloquiales. El propósito es, obviamente, menoscabar la solemne trascendencia de la muerte.

“No bien cerróse el bosquezuelo cárdeno y umbroso cual
molleja de pescado, partió la caravana fúnebre, cargada
de rosarios, varias joyas y altos cirios vespertinos, dos
al anca y dos de guardia a las orejas malolientes”.

La vetusta catedral de estilo gótico donde se enterrará a Rocinante es pincelada con lujo de detalles e, incluso, se menciona con cierta gracia el hecho de que los muertos sobreviven. Asimismo, el lugar sacro es profanado por el acto vulgar de micción cometido por Don Quijote:

“Altares cóncavos, llamas azules petrificads contra el
cielo azul, arañas áureas, tintineantes, mecíanse en su
seno, y soplos y silbidos hacían los difuntos en sus nidos,
yacentes entre encajes céreos, amarillos y raídos. Lanzas
de hielo surgían de entre naves encendidas, en donde el
Caballero, envuelto en misteriso terciopelo, arrodillábase
y, rezando, se orinaba”

El poema culmina con una escena absurda. La inesperada aparición de un mosquito, atraido por las rosas del altar, provoca la ira del Quijote quien, luego de causar destrozos en la iglesia, lo captura:

“Don Quijote felicísimo e ileso en una esquina, sonriente,
sostenía entre los dedos de esqueleto un mosquito pálido,
aterrado y moribundo”

La escena anterior pareciera sugerir la naturaleza gratuita e imprevisible de la muerte ligada a circunstancias fortuitas y absurdas.
En resumen, en el poemario En la Mancha produce un giro radical en la visión que ostentaba el poeta sobre la muerte. Ahora se empeña en desmitificar el misterio insondable de la muerte, y también desacraliza la aureola mística que la adorna. Para dicho propósito, el yo poético se sirve de la parodia, el sarcasmo y la banalización. En contraste con una concepción vital, mundana y hedonista. de la vida, y considerando el absurdo que a veces la desencadena, la visión solemne, reverente y trágica de la muerte pierde consistencia, y empieza a ser vista con un hecho cotidiano y natural.
Ahora bien, en cuanto a la forma expresiva, en la segunda etapa también se produce un cambio de orientación hacia una poesía mayormente objetiva, con énfasis descriptivo. Esto tra]o aparejada la tentativa de buscar un nuevo lenguaje poético que, según la crítica, no se realiza hasta la aparición del poemario Bacanal (1946).
Sin embargo, pese a que todavia repercute la resonancia interior y la suntuosidad de lenguaje de la primera etapa, en Ajax en el infierno, pudimos observar que la sintaxis se regulariza y la expresión se torna más fluida debido a la dinámica de la trama que se narra. Además, las metáforas y los símiles son más transparentes y el léxico menos artificioso. De otro lado, la armonía rítmica no depende tanto de los sonidos de las palabras, sino de la estructura melódica de la frase.
En la Mancha, al contrario, aunque el retorcimiento sintáctico no es tan alambicado, se nota sí un recargamiento léxico, debido al propósito de explorar las posibilidades cromáticas y sonoras de las palabras para crear las acostumbradas sinestesias. Sin embargo, existen un rasgo nuevo: la inclusión de giros y vocablos más coloquiales.
En suma, el tema de la muerte es abordado por poeta Eielson a través del sueño y la alucinación, la remembranza y la fantasía. Estos estados de conciencia que se sustraen a la lógica le permite una simbolización de la región profunda, incierta e inaccesible del subconsciente. Y la muerte se constituye en una via de tenue contacto con el misticismo, el amor, la belleza, la sabiduria, la pureza, pese a ser descrito como un estado de eterna soledad. Asimismo, el poeta adopta una postura dialéctica con respecto a la dicotomía vida/muerte. Ambos estados coexisten en el ser humano, y quizás se basa en esta concepción para insinuarnos la presencia fantasmal y póstuma de los muertos. Frente a la fuerza aciaga, desvastadora y eterna de la muerte, el ser humano, impotente, se resigna a su finitud. Sin embargo, el amor y la solidaridad, prodigados por la mujer y la naturaleza, se erigen como fuentes de consuelo y purificación La actitud de profunda veneración y trágica solemnidad evoluciona hacia una postura irreverente que, mediante la parodia, el sarcasmo y la banalización, desrnitifica y descraliza a la muerte, y lo convierte en un hecho tan cotidiano y natural como la vida misma. Esta evolución en la temática de la muerte está aparejada a una asombrosa capacidad de transformar, experimentar e innovar incesantemente el lenguaje poético.











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